Prototipar, experimentar y decidir.

Se podría decir que una empresa inteligente es aquella que 1) identifica sistemáticamente lo que ocurre en el mercado y lo interpreta en clave de oportunidades, 2) genera un número suficiente de alternativas de futuro y opta por aquellas que pueden aportar mayor diferencial y 3) es capaz de hacer las dos actividades anteriores mientras el día a día ocupa la práctica totalidad de los recursos disponibles.

Encajar el trajín diario con desarrollos futuros es uno de los grandes retos con las que toda organización empresarial se encuentra. La forma adecuada para conseguirlo varía en función del tipo de empresa, tamaño, sector y cultura existente, de ahí que existan opciones diversas pero pocas recetas generales.

Como inconveniente añadido a encajar los problemas diarios con generar un proyecto sostenible de futuro, no son pocas empresas las que en su seno auspician los habituales mantras de “siempre se ha hecho así”, “si no está roto no lo toques”, “no vaya a ser que la liemos” o “¿y si sale mal?” convirtiéndose en organizaciones aburridas, monótonas y lo que es mucho peor, sin nada diferencial que ofrecer al mercado que permita generar empleo y riqueza.

Decía Einstein que la curiosidad es más importante que el conocimiento, por el contrario multitud de organizaciones se han convertido en tan lentas y torpes que les resulta imposible moverse ante cualquier cosa que ocurra con rapidez. Si a esto le añadimos la poca profesionalización en la gestión y una cultura de toma de decisiones basada en la pura intuición nos queda un panorama en el que hay mucho trabajo por hacer.

En ese trabajo de mejora existe un elemento que las empresas más innovadoras incorporan como característica básica de su éxito, y es fundamental incorporar a toda organización: Una práctica sistemática de desarrollo de prototipos y experimentación como herramienta para ensayar las opciones de futuro.

De innovación se pueden escribir ríos de tinta, aunque las preguntas son sencillas. ¿Cuántos proyectos alternativos al día a día está gestionando su empresa? Y ¿Qué rol tienen los prototipos y la experimentación con clientes en esos proyectos?

En realidad los obstáculos para la experimentación suelen venir más de inconvenientes culturales internos que de posibilidades externas. En entornos donde la toma de decisiones se realiza por intuición, migrar a una cultura de experimentación requiere un cambio en la perspectiva de gestión. Las decisiones por intuición se sustentan a menudo en un deseo individual para funcionar a golpe de timón, por el contrario la experimentación requiere una dinámica permanente de testar opciones y optar por aquellas que resulten más prometedoras.

Dicho de otra forma, el secreto está en la capacidad de testar prototipos y analizar las respuestas de los clientes de forma sistemática, sin tener que recurrir a grandes inversiones. La idea no es hacer experimentos perfectos, sino aprender a tomar mejor las decisiones que lo que se hace en la actualidad.

La experimentación implica, en primer lugar, un convencimiento de que si no se prueban alternativas difícilmente se va a evolucionar, y en segundo que es conveniente establecer unas prácticas y recursos dentro de la empresa que pueda soportar docenas de experimentos baratos, y a pequeña escala. Tests más baratos, más pequeños, pero en un número mucho mayor de lo que se realiza habitualmente.

Pocas empresas son conscientes de que muchas veces es su pobre cultura de prototipaje y experimentación la que reduce las posibilidades de mejorar su posición competitiva, de ahí que la habilidad de crear más prototipos y testarlos en grupos de control sea un principio organizativo básico que es fundamental desarrollar.

Reza una frase de Bob Dylan que  “es mejor que empieces a nadar porque si no te vas a hundir como una piedra.” Ni apostar todo a una, ni quedarnos quietos. Regenerarse, dedicarse a cosas nuevas, adoptar visiones diferentes e instaurar prácticas de pruebas de nuevos productos y servicios permanentes en nuestras empresas. De ello dependerá el futuro, y hay que gestionarlo.

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