¿Quien le dice que su empresa no tiene los días contados?
La creación de la lámpara incandescente hizo que las luces de keroseno pasaran a mejor vida. La rueda hidráulica y los motores a vapor terminaron en museos ante la simplicidad y fiabilidad de los motores eléctricos. Las fibras sintéticas y los aditivos químicos convirtieron en irrelevante el lavado en seco. El teléfono móvil ha fulminado gran parte de la venta de despertadores, reproductores de mp3, etc. ¿qué hace pensar que el producto o servicio que presta a su organización no termine siendo sustituido o rebasado por una propuesta alternativa a medio plazo?
A lo largo del tiempo, las industrias, sectores y empresas pasan por etapas de crecimiento, expansión y estabilidad, pero también por un progresivo declive, cuando no una desaparición paulatina o fulminante. Algunas han desaparecido debido a ofertas más atractivas o a productos sustitutivos de terceros que satisfacían la misma necesidad mediante una solución más barata, simple, o sencillamente mejor.
Uno de los dilemas de la innovación reza que las empresas con muchos años a sus espaldas se defienden bastante bien cuando las ofertas de sus competidores resultan en modificaciones o mejoras progresivas a las suyas, pero demuestran poca cintura o capacidad de reacción cuando la alternativa a su producto satisface la misma necesidad en cliente pero se enfoca con unos parámetros distintos.
¿Por qué ocurre esto? Lo cierto es que nos auto convencemos de que nuestro mercado tiene visos de crecimiento y que cierto tipo de demanda puede tener futuro a medio plazo, asumiendo que no es necesario desarrollar iniciativas para replantearlo. Por ello, se concentran los esfuerzos e iniciativas a la mejora y a pequeños cambios incrementales. La consecuencia es que mejoramos la eficiencia de nuestros procesos, pero dejamos de prestar atención al valor que nuestros productos / servicios aportan al cliente no sólo ahora, sino a medio / largo plazo.
Desgraciadamente, no es difícil encontrarse con auténticos expertos/as técnicos en empresas especializados/as en traducir pliegos de especificaciones y planos, pero que desconocen la realidad y necesidades de los clientes en el contexto de utilización del producto o servicio al que venden.
La segunda es pensar que actualmente no existe competencia bien posicionada en nuestro espacio de mercado, o lo que es peor, que no existe producto / servicio sustitutivo al nuestro que satisface la misma necesidad en el cliente, dar por sentado que nuestro producto / servicio no tiene alternativas mejores, o está a salvo de ofertas alternativas provenientes de países en desarrollo.
En realidad, no tenemos ninguna garantía de que lo que hace nuestra organización no resulte caduco en mayor o menor tiempo, por tanto existen dos opciones. Primera, que sea nuestro propio esfuerzo en innovación quien haga que nuestro catálogo actual termine resultando en obsoleto. Segunda, que lo haga un tercero y deje nuestra oferta actual en fuera de juego.
Por ello es fundamental ser capaces de desarrollar proyectos e iniciativas marcando unas pocas apuestas fuertes a futuro que marquen una dirección clara. Destinar personas y/o equipos que tengan como objetivo experimentar y testar nuevas hipótesis correspondientes a mercado, producto y organización, y al mismo tiempo, un conjunto de pequeñas iniciativas que supongan mejoras incrementales con respecto a lo realizado habitualmente.
La cultura de innovación se hace extensible al colectivo cuando un mayor número de personas tienen la oportunidad de idear, prototipar y testar alternativas, rara vez antes. Esto implica equipos dedicados en proyectos importantes de futuro de forma casi permanente, otros de forma temporal en equipos temporales, y crear foros específicos para que todas y cada una de las personas puedan contribuir con sus ideas.
Las empresas habitualmente están organizadas bajo la perspectiva de quien produce el producto / servicio, no tanto en función de la necesidad de quien nos compra, es por ello que reaccionar a ofertas alternativas resulta tan difícil.
Recordemos que una actividad empresarial, y por ende toda industria, comienza por la necesidad no satisfecha o latente de un grupo de clientes, y no desde una patente, un material, o proceso productivo, por tanto, centrémonos en la necesidad que intentamos satisfacer, y no tanto en lo que hacemos actualmente, de ello dependerá que nuestra actividad resulte siendo obsoleta o no.