Y el dato mató al juicio.
Pensemos en la cantidad de datos e información que toda organización genera, distribuye y deja de aprovechar en sus procesos productivos, interacción con clientes, proveedores, colaboradores y relaciones entre personas. ¿Qué uso hacemos de esos datos? ¿los convertimos en información? ¿les damos algún sentido? A la hora de tomar decisiones, hacer efectivo el viejo dicho de “El dato mata al juicio” está cobrando y cobrará una nueva dimensión con el Big data y un conjunto de tecnologías asociadas.
La intuición nunca se desligará de la toma de decisiones, sin embargo es conveniente relativizar su valía estableciendo contrapesos. Cada una de las operaciones que se desarrollan en una empresa es susceptible de generar datos valiosos no sólo para hacer mejor lo que se hace, sino para poder adaptar o moldear lo que la organización ofrece y transformar su oferta. Pero eso requiere una transición, cuando no una transformación total. No se trata de inundarnos de datos, sino determinar aquellos que pueden ser relevantes y utilizarlos.
En la empresa, los datos no solo pueden hacer que tomemos más y mejores decisiones, sino que darán lugar al nacimiento de nuevos negocios integrando trabajos de departamentos y grupos actualmente desconectados, y permitiendo que clientes, proveedores e intermediarios se comuniquen a tiempo real y convirtiendo muchas relaciones entre personas, máquinas, procesos y servicios en más eficientes.
Por ello, y aprovechando la reducción de los costes de la tecnología asociada (sensórica, machine learning, deep learning), aquellas empresas que sean capaces de agregar fuentes de datos de forma única, original, y establecer de pautas para su análisis y representación adecuados tendrán una ventaja indudable con respecto a su competencia reduciendo costos en mantenimiento y/o en el proceso fabril, conociendo mejor a sus clientes y adaptando mejores ofertas a los mismos, identificando mejor sus necesidades, sabiendo lo que funciona y lo que no, etc.
Sin embargo, existen unas cuantas barreras para esa transición, y como no puede ser de otra manera la mayoría corresponden a impedimentos organizacionales, culturales, y las dificultades de incorporar mecanismos e iniciativas concretas en las empresas para que las actividades y procesos generen datos de forma regular y de calidad.
Al final todo se centra en las apuestas que realiza cada organización y en las personas, su capacitación y por tanto en la necesidad de desarrollar perfiles adecuados para tal efecto. Personas que sean capaces de definir el tipo de dato que es conveniente generar y porqué, para luego ser capaz de trasladar esos datos a actividades que aporten valor a la toma de decisiones, a la mejora de actividades, y de ambos desarrollo de nuevas oportunidades de negocio.
Cada organización, en función del tamaño, sector, perfil de cliente o tipo de proceso deberá configurar su hoja de ruta. Sin embargo, hay tres áreas que pueden resultar de aplicación general.
La primera se centra en definir cuál es la necesidad y la visión de cómo cada organización puede hacer uso de los datos para una mejor gestión interna o configuración de nuevas actividades independientemente de que sea una empresa de mecanizados, un comercio local, un proveedor de servicios seguros, financieros, industrial, político o del primer sector.
La segunda, y una vez definidas las variables y datos predictores que puedan ayudar a alcanzar la visión, rediseñar los procesos físicos y de trabajo incorporando tecnología y cambiando formas en las que se opera para generar datos internos y externos de forma estructurada y rigurosa.
La tercera, aunque en paralelo y de forma transversal a las anteriores, se trata de desarrollar capacidades de gestión organizacional y de cambio cultural orientándola a que la utilización de los datos sea algo consustancial en la lógica de trabajo.
Al final, adaptar la forma de tomar decisiones y centrarlas en datos continuados y rigurosos requiere una nueva perspectiva de diseñar modelos que generen las evidencias adecuadas para ayudarnos a decidir más y mejor.
La falta de profesionalización y las decisiones por impulso deben dar lugar a determinar fuentes de generación y recopilación de datos -una vez tengamos claro qué dato y para qué podemos utilizarlos- combinar procesos y plataformas para agregarlos y visualizarlos de forma integrada, e incorporar el uso y aplicación de los mismos en nuestras reuniones y en la forma en la que tomamos decisiones será fundamental. En definitiva, introducir el dato (el dato útil y valioso) en nuestra cultura.
La formación y la preparación de perfiles es y será fundamental. Por ello, y en lo que corresponde a la Universidad de Mondragon, el compromiso de formar a personas que tengan trazabilidad de todo este ciclo e integren conocimientos matemáticos y de programación ligados a la visión de negocio es una apuesta a largo plazo. Prueba de ello fue el lanzamiento del primer grado en Euskadi de Business data Analytics, un primer pilar que tendrá mayor continuación y recorrido. Todo hará falta.