¿Se puede enseñar a crear empresas?

El palabro emprendimiento se puede aplicar al sentido de la iniciativa de las personas en campos, contextos y niveles diversos. Si nos centramos a lo relativo a crear nuevas actividades empresariales, la realidad es que aquellas que logran tener cierto éxito o superan los cinco años de vida no son muchas precisamente (solo entre el 10 y el 25% dependiendo del estudio, país o foco de análisis). No vamos a negar que crear una empresa exitosa lleva aparejados componentes como la suerte y la intuición, pero estamos ocupados para hacer que en el futuro ese ratio de éxito se incremente.

Sabemos que a medida que una persona gana experiencia a la hora de emprender sus resultados son mejores, prueba de ello es que distintas entidades de capital riesgo no invierten en personas que no hayan fracasado antes. Entonces ¿cómo atacamos este asunto? Primero, entendiendo el papel y espacio de cada entidad en la creación de empresas, y luego colaborando. Veamos.

Simplificando un poco el entramado, se puede decir que para crear y acelerar empresas tenemos las incubadoras de empresas públicas, semipúblicas, y privadas. Por otra parte están las entidades de inversión privadas, cuyo rol es crear o apoyar financieramente para tratar de obtener rentabilidad del capital aportado, y en Euskadi disponemos de un conjunto de programas e iniciativas públicas orientadas a apoyar a empresas de nueva creación en distintas fases de su desarrollo.

En tercer lugar estamos las instituciones que proveemos de experiencias de aprendizaje y desarrollo personal en el ámbito del emprendimiento. Recientemente se celebró el 10ª aniversario de la red de emprendimiento Mondragon Team Academy (MTA). Aunque de nuestra actividad se generen empresas con empleos y facturación, es clave tener claro que el propósito fundamental es generar profesionales con disciplina que traduzcan el sentido de la iniciativa en realidades. Enseñar a pescar, y no tanto pescar peces. Por ello, nuestro énfasis no está tanto en las empresas que crean los alumnos desde que ingresan en la universidad (que también), sino en preparar de la mejor manera a las personas que ejercerán de emprendedoras/promotoras en cualquier ámbito de su vida profesional y personal. En verdad, estaríamos errando el enfoque si aplicáramos indicadores de resultado habituales de incubadoras o de entidades de inversión a una institución como la universitaria (léase número de empresas creadas o ingresos / rentabilidad de las empresas surgidas).

Por tanto, y aunque desde el minuto uno generen empresas y realicen actividades reales, el propósito es aprender el proceso que es conveniente seguir para generar y escalar una empresa a través de múltiples experimentaciones. Para ello, y al igual que otros centros de referencia internacional, hace tiempo tomamos la determinación de hacer del emprendimiento un campo de estudio, investigación y una disciplina que se pueda ser enseñada y aprendida. ¿Cómo? Pues no tanto enseñando productos, servicios y negocios que otros emprendedores hayan producido antes (que también), sino transmitiendo los principios de aproximación y enfoque que hay detrás de tantos fracasos y éxitos en experiencias emprendedoras.

De la experiencia propia y de centros referentes mundiales escandinavos y estadounidenses sabemos que emprender no es un proceso lineal donde dos personas crean una empresa, sino que la evolución es muchas veces desordenada y que tanto las ideas como los equipos iniciales evolucionan y cambian a lo largo del tiempo.

Por ello, el orden de prioridad al enseñar a emprender lo orientamos a que lo primero y más importante es el desarrollo del equipo emprendedor, segundo la calidad y disciplina de ejecución, tercero el mercado, y en cuarto lugar la idea de negocio. El orden no es una ocurrencia, sino que nace de las claves que se pueden extraer de los estudios más rigurosos realizados en este campo, y de ahí se priorizan la intensidad y los distintos profesionales con los que los chicos/as interactúan en su recorrido (coaches, expertos, emprendedores, etc)

Por ello, a lo largo de la experiencia trabajan con un centenar de ideas distintas, las orientan a mercados que muchas veces nada tienen que ver una idea con otra, pero tratando de aprender una disciplina de ejecución a la hora de abordar problemas, y dando suma importancia a las fases y desarrollo evolutivo de los equipos de los que forman parte.

En cuanto a cómo enfocar la experiencia de aprendizaje, utilizamos las dos formas en las que a lo largo de la historia han aprendido las personas, y en las que se puede abordar una disciplina no determinista. La primera es viendo cómo hacen las personas que tienen experiencia, y la segunda, haciendo. Y fallan, se dan de bruces, se frustran, se indignan, pero aprenden, aunque muchas veces ni ellos/as se den cuenta.

Por eso, nuestra aproximación es activar una rueda que consiste en conocer los principios básicos de la creación de empresas, ver cómo otras personas las aplican, y experimentar dicha aplicación en primera persona. ¿Y cuáles son esos principios? por no extenderme, atienden a preguntas como ¿Quién es verdaderamente tu cliente? ¿Qué puedes hacer por él? ¿Cómo un cliente compra o hace uso del producto? ¿Cómo haces dinero del producto/servicio? ¿Cómo desarrollas el producto? Y ¿Cómo escalas tu producto y haces una actividad empresarial consistente?

Para eso hace falta disciplina, y se puede enseñar a través de un cuerpo metodológico y el testeo sistemático de distintas herramientas asociadas. Al final, Una empresa recién creada no es más que una organización temporal orientada a la búsqueda de un modelo de negocio escalable y sostenible. No se puede prever el éxito, pero si se pude aportar rigor y profesionalización en el proceso para poder conseguirlo. A partir de ahí, el tiempo dirá.

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