La servitización de las naciones.

Desde el tratado de Westfalia al final de la guerra de los treinta años (1648), la figura del estado nación ha sido el vehículo natural que ha permitido agrupar la organización administrativa, social, económica e identitaria de las personas. Sin embargo, una serie de tendencias sociales, económicas y tecnológicas están poniendo en cuestión los límites geográficos convencionales a través de los cuales hemos dado sentido a esta figura.

Entre ellas, la progresiva automatización del trabajo manual y el nacimiento de una multitud de nuevas ocupaciones están posibilitando que las personas puedan trabajar desde cualquier parte del planeta para cualquier parte del planeta.

La tecnología está cambiando la economía. Los cambios económicos están generando a su vez cambios en la naturaleza del trabajo, impactando directamente y reconfigurando los modelos sociales en los que se soporta la vida de las personas.

Según un estudio publicado por la BBC en el 2016, mientras que en los países industrializados el sentimiento de pertenencia a los países sigue siendo importante, el 56% de personas encuestadas en países emergentes se ven a sí mismas más como ciudadanos globales en vez de nacionales, con datos llamativos como los de Nigeria (73%), China (71%), Peru (70%) o India (67%).

Debido a ciertos acontecimientos, hace ya unos años que se ha comenzado a hablar del concepto de nación virtual. Según The Guardian, desde que el Reino Unido dejó la unión europea la demanda de pasaportes Irlandeses se ha incrementado en un 50%.

Scott Smith de Quartz afirma que una semana después de la votación del Brexit, un ministro alemán sugirió la posibilidad de ofrecer la doble nacionalidad Germano Británica a ciudadanos británicos. De forma similar, el primer ministro Italiano sugirió que estudiantes británicos pudieran acceder a pasaportes italianos.

Pero hay más. El año 2015 la república de Estonia introdujo el concepto de e-residencia, permitiendo a cualquier persona recibir una identidad digital de aquel país pudiendo acceder a servicios como el registro y gestión de actividades empresariales. Para Noviembre del pasado año 2017, 27.000 personas ya se habían inscrito registrando 4.200 empresas. Para el año 2025 se estima que sean un millón.

El director de este programa de E-residencia afirma “Creemos que las personas deberían de poder seleccionar libremente aquellos servicios públicos/digitales que consideren más oportunos, independientemente de su procedencia geográfica o nacimiento.”

Otra iniciativa en este sentido es la de Bitnación. Una plataforma basada en la tecnología blockchain que permite que las personas puedan crear y adherirse a naciones virtuales. Desde su inicio en 2014 ofrecen servicios propios de administraciones como como notaría, arbitraje y resolución de disputas, casamientos o sistemas de votación. En Noviembre del 2017 había alrededor de 10000 ciudadanos registrados.

Las denominadas e-residencias han comenzado dando la posibilidad de establecer empresas o negocios en otra jurisdicción legal y progresivamente funcionar como depósitos de divisas, pero con la convicción de en un futuro pasar a prestar servicios en el ámbito de la educación o sanidad.

¿Y si esto posibilitara poder estar formándonos en Suecia, acceder al sistema sanitario de Finlandia y tener un negocio en Estonia, todo ello viviendo donde lo estamos haciendo actualmente?

La idea de nación como servicio puede derivar en distintos tipos de ciudadanía, con diferentes impuestos, y en consecuencia con servicios y casuísticas distintas en función de dichas aportaciones, o de la elección de que cada persona realice.

Barbaridad, idea feliz o predicción verosímil, esto nos lleva a repensar el sentido que va a tener el concepto de nación estado en un mundo con libre circulación y acceso digital de personas, culturas, empresas, trabajos, contratos y capitales que están haciendo de las fronteras cada vez más irrelevantes.

Quiero pensar que aún nos queda el sentimiento de pertenencia, pero no dejaría prestar atención a descripciones como las de Enrique Dans: “Personas y trabajadores que escogen su pasaporte y su residencia en función de criterios de todo tipo, y que entregan su trabajo a través de redes globales mediante contratos inteligentes inviolables, y cobrando en criptomonedas.” ¿Ciencia ficción? Puede que sí, puede que no.

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