La otra cara de la experiencia.
La experiencia es un grado necesario que aporta el bagaje para un buen desempeño, pero también es cierto que el transcurso de los años puede hacer que ésta se convierta en un lastre que impide la abstracción necesaria para replantear opciones alternativas de formas de hacer, o implementar los cambios para que una organización sea competitiva a medio/largo plazo.
Según Edward De Bono, la mayoría de los científicos y directivos comparten el erróneo pensamiento de que si uno analiza los datos obtendrá nuevas ideas. Analizar datos permitirá al analista seleccionar de su repertorio de viejas ideas aquellas que podrían servirle, pero rara vez producirá nuevas ideas. La cuestión es que conforme va pasando el tiempo, las empresas, y por ende las personas, pierden la capacidad de ver las oportunidades que se presentan cuando las tendencias y los comportamientos de consumo de clientes actuales y potenciales a los que intentan atender varían. Ya lo decía Karl Albretch “Cuanto más tiempo se está en un negocio, es más probable que se comprenda menos lo que pasa por la cabeza de los clientes”.
¿Cuándo hay que impulsar alternativas, cuando una organización tiene buenos resultados o en una situación de crisis? Es algo habitual que la única justificación para la búsqueda de alternativas sea la existencia de un problema. En verdad, nuestro pensamiento se orienta tanto en este sentido que si algo no constituye un problema simplemente no pensamos en ello. “si no está roto, no lo compongas”.
En los años 80-90, la cultura de la calidad hizo mella en el entorno empresarial y la máxima de “un poco más barato, más rápido y con mejor calidad” es una lógica interiorizada actualmente. Pero en un siglo XXI en el que la calidad se presupone, esta mentalidad se está demostrando insuficiente y a veces engañosa.
Engañosa porque parte del supuesto de que lo que se está haciendo es lo que hay que hacer, y de que lo único necesario es mejorarlo. La cuestión es que producir o prestar el mismo servicio con una calidad cada vez mejor no impulsa a producirlo de otro modo. Parece de Perogrullo pero calidad no significa “todo lo que se debe o puede hacer”. Calidad significa realizar lo mismo, pero con mejor calidad.
Desarrollar capacidades para innovar implica tener un surtido mental más rico de posibilidades, modelos, metáforas, conceptos y modos de ver las cosas. Gracias a este mayor surtido de patrones, aumentamos las posibilidades de generar opciones alternativas, y planteamientos por los que clientes y usuarios estén dispuestos a apostar.
Como dice José Antonio Marina, La mente humana sólo ve lo que está preparada para ver, de modo que cuando analizamos datos sólo obtenemos la idea que ya poseemos, por ello confiar en la experiencia puede resultar peligroso. Obligarnos a modificar los límites de las situaciones, introducir nuevos factores, variar los valores con los que medimos e identificamos las oportunidades e Involucrar a otras personas con bagaje, enfoques y perspectivas distintas en las organizaciones son pautas generales que nos pueden resultar de ayuda.
No se trata de innovar por innovar, sino de ejercer la responsabilidad de asegurar un futuro sostenible que puede que poco tenga que ver con el actual.