El rol de la administración en el emprendimiento.
La participación que debería tener el ámbito público en la dinamización de la economía y la creación de empresas es objeto de debate en círculos no solo académicos, sino también políticos.
Hace dos años la economista italiana Mariana Mazzucato publicó un interesante trabajo denominado “El estado emprendedor”. Su tesis se centra en demostrar la relevancia del sector público en la economía no solo para subsanar los fallos de mercado, sino como el actor fundamental que debe liderar y marcar el camino en la generación de negocios, desarrollo e innovación. Para ello describe el decisivo papel de los fondos públicos en proyectos tan emblemáticos como el desarrollo de la red que daría lugar a lo que hoy es internet, el Iphone, buscadores como google, etc.
La economista asevera taxativamente que “Si se analizan los cambios tecnológicos importantes del último siglo, las inversiones realmente revolucionarias, de alto riesgo, mucha incertidumbre y de elevado capital, procedían todas de los estados.”
Como era de esperar, la comunidad académica de orientación liberal ortodoxa no dudó en lanzarse al cuello de tamaña aseveración con argumentos que tratan de refutar las tesis de la italiana. En ese sentido, aluden a que es empíricamente falso que en ausencia de inversión estatal la sociedad sea incapaz de innovar a ritmos tan rápidos como los actuales, y que el estado a duras penas acelera el ritmo del proceso innovador. Que la inversión pública en I+D+I supone un coste de oportunidad al tener que sufragar proyectos de resultado incierto y centrado en unas áreas determinadas y no en otras, y que un flujo continuado de financiación pública genera incentivos perversos en los agentes que orientan sus miras a la búsqueda no sincera de fondos públicos.
¿Sería capaz la sociedad de innovar y generar crecimiento económico en ausencia del apoyo público? Es posible. Toda persona que haya analizado / estudiado con cierta profundidad el devenir económico y la creación de empleo sabe que el rol de la función pública es, a lo sumo, facilitador / entorpecedor del dinamismo económico, pero de ahí a encabezar las revoluciones tecnológicas o revertir los ciclos económicos hay un trecho.
Quizás la economista Italiana se excede al atribuir un peso excesivo a la administración en la dinamización económica. No obstante, en esencia comparto la necesidad de que la administración tenga un papel proactivo y facilitador para intentar generar ese efecto multiplicador que todo gasto público persigue.
En lo que respecta a Euskadi, y partiendo de las capacidades y competencias existentes, se han proyectado áreas de desarrollo transversales a largo plazo (fabricación avanzada, biociencias, energía y territorio), existen programas para financiar ciencia básica y ciencia aplicada, dotaciones específicas para facilitar el desarrollo y comercialización de nuevos productos y servicios en empresas, programas para explorar y acceder a nuevos mercados con implantaciones fabriles o comerciales, o fondos específicos para mejorar los sistemas y prácticas de gestión en las organizaciones.
En lo que corresponde a la creación de nuevas empresas, la red de centros BIC auspician la creación de nuevos proyectos empresariales con programas orientados a dar soporte en distintas fases del proyecto emprendedor. La economista italiana insiste en la necesidad de generar un ecosistema público / privado cuyas interrelaciones permitan el nacimiento de un mayor número de actividades empresariales. Trabajar el sentido de la iniciativa desde etapas tempranas en el ámbito educativo y dar un impulso especial a la creación de fondos de inversión o banca participada por la administración para invertir y participar en negocios se antoja fundamental. Desde otro plano, crear una fiscalidad que facilite “de verdad” el nacimiento de actividades emprendedoras, etc. Mucho por hacer aun.