¿Cuál es la mejor forma de organización?

Pues como diría aquel, depende de lo que se pretenda hacer. Para aclarar, con forma de organización me refiero a la manera que un colectivo (pequeño o grande) toma decisiones, distribuye responsabilidades y actividades de / entre las personas y asigna recursos.

A modo de sumario, los estudios en gestión empresarial concluyen que la forma de organización adecuada difiere en función de la naturaleza de la actividad a desarrollar, que todas y cada una tienen ventajas e inconvenientes, pero que algunas son terriblemente contraproducentes para la consecución de ciertos objetivos. Veamos.

Aun a riesgo de simplificar en exceso, los tipos de actividad que ocupan a las personas en las empresas se podrían resumir en tres. La primera es la de hacer muchas veces cosas iguales o muy parecidas. La segunda es adaptar de forma sustancial productos / servicios / procesos en función del cliente, y la tercera la de generar nuevos productos, servicios o negocios.

Para el primer tipo de actividad (repetitiva, de poca variación o estandarizada), se ha demostrado que las formas de organización jerárquicas, centralizadas y con un alto grado de especialización de funciones y personas permiten organizar mejor trabajos a gran escala, de forma eficiente y con relativa poca comunicación.

En verdad, este tipo de organización es la que mayoritariamente existe en las empresas de nuestro entorno. En principio no tiene nada de malo, siempre y cuando no la utilicemos para actividades que no son repetitivas como está pasando en muchas de ellas, dicho sea de paso con costos personales, de salud, y económicos importantes.

Cuando las actividades dejan de ser repetitivas, una organización jerárquica centralizada tiene los inconvenientes de que genera problemas de comunicación entre funciones/departamentos, dificulta abordar problemas complejos que precisan trabajo interdisciplinar, tiene muy poca capacidad de adaptación / flexibilidad, genera bandos muy marcados entre “indi@s” y “jefes/as”, así como un sesgo importante en las personas teniendo en cuenta que, debido a su especialización de tareas, trabajan y tienen la visión de una parte pequeña de la actividad.

En las últimas décadas, y a medida que los clientes presentaban requerimientos distintos, algunas empresas han optado por reorientar las jerarquías funcionales clásicas a formas de organización divisional o matricial, con niveles de descentralización y autonomía dispares.

Las organizaciones divisionales han supuesto cierta evolución, en la medida en que agrupan las personas y recursos en función de tipo de  productos, áreas geográficas y/o procedimientos de fabricación, aunque vuelven a emplear organizaciones funcionales detrás de la división, y adolecen de los mismos problemas de las estructuras centralizadas a la hora de desarrollar nuevos productos / servicios o negocios.

Los inconvenientes de las organizaciones divisionales vienen de los problemas de ajuste y coherencia entre éstas y la organización central,  en los cálculos de los precios de transferencia interna entre las divisiones, y entre la velocidad de los objetivos temporales de la central y de cada división. El siguiente paso fueron las organizaciones matriciales, uniendo por un lado una organización funcional / departamental y por otro lado una organización divisional, aunque  tener responsabilidades distribuidas entre departamentos por un lado y divisiones por otra genera tensiones por duplicidades y roces entre la cadena de mando, y a menudo dificultades de la reintegración de las personas dedicadas a proyectos a tiempo completo. No obstante, y en función del estilo de dirección, pueden dar cauce a niveles de autogestión y descentralización relevantes.

En lo que respecta al tercer tipo de actividad, todo indica que la forma organizativa más adecuada para de gestionar actividades de nuevos productos/servicios/ negocios es prescindir de estructuras jerárquicas integradas hacia entidades no-jerárquicas en forma de grupos auto gestionados integrados en redes de colaboración. Personas de dentro y fuera, disolviendo barreras internas y externas que integren clientes, proveedores, centros tecnológicos, universidades y expertos orientados a identificar oportunidades y convertirlas en nuevos  desarrollos de productos, servicios y negocios.

Los problemas para innovar vienen en primer lugar por la falta de visión y convencimiento estratégico, pero también porque las formas de organización existente no son adecuadas para ello. Nuestras empresas, o por lo menos aquellas a las que se les augura un futuro más prometedor, están sufriendo un cambio donde las actividades estandarizadas de antaño están dando lugar a soluciones personalizadas, distintas y únicas propias de productos de mayor valor añadido. Para cada una de las tres actividades es conveniente un tipo de organización -que encaje en la cultura de cada empresa, por tanto particular en cada empresa- pero distinta. En su defecto, siempre nos quedará la sensación de que tenemos puesto un traje que nos queda pequeño.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *