Alimentadores y alimentados.

Los pronósticos y predicciones demográficas de las sociedades occidentales auguran cambios significativos e incertidumbre. Según estos, una de cada dos niñas que vemos hoy en la calle tiene una esperanza de vida de cien años y uno de cada dos niños alcanzará los 95. Las implicaciones que sugieren estos datos en cuanto al incremento del envejecimiento de la sociedad van a tener consecuencias notables en el mercado de trabajo, la economía así como en la futura gestión de los fondos públicos.

Según la ONU, los chavales que hoy tienen 12 años no solo formarán parte del grupo de sexagenarios más numeroso nunca habido, sino que además vivirán en una sociedad en la que los mayores de 80 años no serán como hoy un 4% sino el 12% de la población. La mitad de Alemania tendrá más de 48 años, aunque otras previsiones elevan la cifra a 52. En España los mayores de 80 años pasarán de constituir el 3,5% de la población en el año 2000 al 12.6% (4.714.000) en 2050. En 2050 el 52.12% de la población española (19.463.100) tendrá mas de 50 años frente al 32.40% que superaba esa edad en el año 2000.

Una vez considerados los datos expuestos se pueden extraer al menos dos conclusiones. 1) Tal y como está configurada nuestra sociedad en la actualidad, el incremento de la tasa de envejecimiento representa la proporción entre alimentadores y alimentados y 2) actualmente no estamos preparados para reaccionar al problema que se nos presenta.

Los expertos aseguran que nuestra conciencia no solo infravalora la dimensión del cambio demográfico, sino también la velocidad con la que sus implicaciones afectarán a nuestra sociedad. La población que nos sucederá es demasiado escasa, y su poder adquisitivo insuficiente para competir con el de los mayores.

El relevo generacional en nuestras empresas va a encontrarse con problemas notables. En la actualidad los centros de formación y universidades realizan grandes esfuerzos para acercarse a las empresas y facilitar la empleabilidad de su alumnado. Dentro de unos años serán las empresas las que vengan a los centros y se “rifen” a los/as alumnos/as.

Entretanto, el mundo occidental vive inmerso en la miope cultura del culto a la juventud y la imagen de las personas mayores en los medios de comunicación es la mayoría de las veces inexistente o negativa. En el ámbito laboral, estamos llegando al absurdo de considerar a personas que superan los 50 años como amortizadas en las empresas.

En la medida en que los puestos de trabajo de valor añadido requieren de niveles de preparación y formación cada vez mayores, introducirse al mundo laboral cada vez más tarde hará que tengamos que trabajar hasta edades más avanzadas, y aun así parece que será difícil conseguir el equilibrio entre población activa y pasiva sin un papel significativo de la inmigración.

Viendo el contexto actual de niveles de desempleo y recesión permanente, parece que hablar de la necesidad de inmigración y personas para el mercado de trabajo es un sinsentido, pero nada más lejos de la realidad. O generamos empresas y actividad económica suficiente o vamos a tener graves problemas para mantener el estado de bienestar y las tan necesarias políticas sociales. Dicho de otro modo, sin emprendimiento, competitividad empresarial e innovación en la cuantía adecuada, ya podemos idear las mejores iniciativas sociales que no habrá con que dotarlas.

Tenemos que modificar las estructuras de los ciclos vitales estudio, trabajo y jubilación haciéndolos simultáneos donde antes eran lineales: las fases del trabajo deben cambiar, como las jornadas laborales. Debemos rehabilitar la experiencia y el intercambio entre generaciones.

Esto implica replantearnos lo que nuestra cultura actual nos ha transmitido y transmite sobre la vejez. Para decirlo con sencillez, ya no tienen razón. En lo que concierne al aprovechamiento de la fuerza creativa de la vejez, ninguna generación ha tenido en la segunda mitad de su vida una tarea que se le pueda comparar. La sociedad necesita que entre los años 2020 a 2050 los hijos del baby boom logren intervenir en la sociedad por segunda vez de manera sustancial.

Ser viejo no debe equipararse a ser débil o estar cansado, y no hay que permitir que el que envejece se debilite ni un ápice más de lo que la biología mande. El cliché de que los jóvenes tienen mucho que aprender antes de poder hablar hace que renunciemos a otras formas de ver las cosas absolutamente necesarias para crecer como empresas y como sociedad, pero el prejuicio de que las personas mayores han olvidado muchas cosas, que ya no pueden reciclarse ni tienen nada que decir, en primer lugar es un ataque a la dignidad humana, y en segundo es tirar por la borda uno de los mayores activos fundamentales de nuestra sociedad. No nos lo podemos permitir.

 

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