Cuando la cultura se merienda la estrategia.
Se suele decir que detrás de una organización de éxito hay un conjunto de decisiones valientes y a menudo impopulares en su momento. ¿Cómo se consigue que un grupo, empresa o colectivo cambie de rumbo? ¿Con una dirección adecuada? ¿Sabiendo exactamente a dónde ir? ¿Con un camino claramente dibujado? Edgar Schein en su día definió la cultura de una organización como el conjunto de supuestos y creencias aprendidas que guían las conductas, comportamientos y acciones de las personas.
La frase del título, atribuida a Peter Drucker, hace alusión a que por muy buena o ambiciosa que sea el rumbo o estrategia concebida para una organización, la cultura de un colectivo es capaz de contrarrestar y de resistir cualquier intento de cambio, independientemente de lo buena que parezca la estrategia definida.
Toda persona con cierta experiencia en el ámbito organizativo sabe que una estrategia puede fallar en la formulación o en la definición, pero el caballo de batalla se encuentra en la forma en la que se implementa en el día a día. Es ahí donde el planteamiento de futuro choca directamente con la cultura, especialmente en lo que a rutinas y comportamientos se refiere.
Visto lo visto, aquella frase de “la estrategia es comodidad, la ejecución es un arte” cobra más sentido que nunca. Si lo miramos con perspectiva, lo cierto es que la técnica empresarial para formular y definir una estrategia diferenciadora no tiene excesiva complicación. Es una cuestión de método, información de campo de calidad, una orientación clara hacia la identificación de necesidades entendiendo los factores que más valora cada grupo de clientes, y así ofertar algo a lo que la competencia no esté atendiendo adecuadamente.
No es una cuestión de ser pretencioso, sino de ser consciente de que la complejidad de definir una estrategia palidece con lo que implica que un colectivo se oriente a algo distinto a lo que ha hecho hasta la fecha. Guste o no, las personas son mucho más leales a la cultura que a la estrategia, especialmente si esta última requiere cambios en rutinas y comportamientos.
Afortunadamente no todo es negativo, al contrario. En primer lugar porque la cultura puede crear diferenciación competitiva si se aprovecha como clave de desarrollo. En segundo lugar, porque una estrategia que se diferencia en unas características de producto o servicio puede ser fácilmente copiada, pero no ocurre con una diferenciación sustentada en la cultura de las personas de una organización. Y en tercer lugar, porque la cultura aporta o puede aportar mucha mayor disciplina que cualquier medida disciplinaria.
John O’Brien, autor del libro “El poder del propósito”, reafirma la frase atribuida a Peter Drucker de que la cultura se come a la estrategia como desayuno, pero pone el foco una fase antes argumentando que de donde se nutre la cultura es del propósito.
Quizás a la hora de concebir la estrategia debemos cambiar de orden las preguntas que nos hacemos como ¿dónde queremos crecer? O en qué negocio tendríamos que estar? Y comenzar por otras como ¿en qué somos buenos?, ¿Quién queremos ser? o ¿Haciendo qué podemos ser realmente diferenciales?
Por ello es clave identificar cuales son las competencias esenciales porque al final, la opción estratégica más adecuada es aquella que se encuentra a una distancia más razonable de nuestra cultura actual.
Las capacidades serían la bases y la cultura el aceite o gasolina para desarrollarla. Por ello, es razonable pensar que la opción estratégica más adecuada es aquella que se encuentra a una distancia más razonable de nuestra cultura actual.
Y ¿por dónde empezamos? Parece que la clave está en comenzar a trabajar y cambiar unos pocos hábitos y comportamientos, y no pretender revertir las formas de pensar. Identificar cuáles son los cambios de comportamiento más críticos, desarrollar iniciativas formales e informales para fomentar relaciones nuevas, y prácticas que permitan evolucionar la cultura, generar relaciones y redes informales para contrarrestar la resistencia.
Yogananda, uno de los principales propagadores del yoga en occidente nos dio la pauta a la hora de intentar ligar la estrategia a la cultura, o dicho de otra forma, generar estrategias ganadoras desde el cambio cultural. “Siembra un pensamiento y recogerás una acción. Siembra una acción y tendrás un hábito. Siembra un hábito y forjarás un carácter. Casi nada.